Oskar Kusch

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Oficial de submarino alemán en la II Guerra Mundial.
Para su tripulación era el capitán ideal: comprensivo, experimentado, brillante, tolerante, valeroso, con éxito y divertidamente extrovertido. Un hombre que siempre les devolvía a puerto sanos y salvos y cumpliendo siempre con su deber.
Para algunos de sus oficiales era algo bastante diferente: un joven fanático anti-nazi, cobarde y traidor al que le gustaba dar continuamente sermones anti-fascistas, por lo que ponía en peligro la integridad del submarino y su tripulación siendo no apto para su mando.
Esta es su historia:

Oskar-Heinz Kusch nació en Berlín en 1918 como hijo único de una familia católica de clase media-alta. Pronto destacó como un chico inteligente y, fruto de su abierta educación, empezó a rechazar los ideales del régimen nazi sin dejar por ello de sentir una gran devoción por su país.
Su primer encontronazo con el sistema se produjo ya de bien joven, a principios de los años 30 cuando, en pleno apogeo de pensamiento único, su grupo juvenil de ideales independientes fue absorbido por las "Juventudes Hitlerianas".
Una vez dentro y viendo más de cerca lo que ya había rechazado desde muy joven, no tardó en poner pies en polvorosa.
Aún así, y viendo los derroteros por los que se encaminaba el país, acabó entrando con 19 años en la 37ª promoción de la Kriegsmarine (Fuerza Naval), pensando que podría llegar a un puesto donde la profesionalidad, respeto y sentido patriótico sirvieran más a su país que a sus usurpadores.
En Junio de 1941, tras realizar un curso de submarinos, fue destinado como oficial de guardia a uno de los submarinos más exitosos hasta el momento, el U-103. Pronto, Kusch se fue prendando del ambiente que reinaba y caracterizaba el arma submarina: la enorme camaradería de su tripulación, la libertad de poder expresar los sentimientos, sensaciones e ideas… todo ello se sabía que quedaba confinado en los estrechos compartimentos del submarino; aún así, y viendo que nuestro protagonista se "emocionaba" fácilmente expresando sus ideales contrarios al régimen, alguien le dejó caer que vigilase un poco lo que decía.
Oskar Kusch demostró a los diversos comandantes que pasaron por el U-103 su sobrada preparación y enorme talento para dirigir un submarino; así como también gozó de un gran carisma y cariño por parte de la tripulación. En Septiembre recibió la graduación de A.N. (Alférez de Navío) así como una Cruz de Hierro de primera clase y otra de segunda.
El 8 de Febrero de 1943, Kusch tomó el mando de su propio submarino, el U-154, y quiso implantar en éste el ambiente cordial que respiró durante su etapa en el U-103. Lo primero que hizo al entrar en su submarino fue retirar una foto de Hitler que presidía el camarote de oficiales, aludiendo que no estaban allí para idolatrar a nadie.
Pronto consiguió el ambiente que deseaba para su submarino: creó una atmósfera relajada para la tripulación, sin que por ello descuidasen sus deberes profesionales, daba libertad para expresar y discutir cualquier tema, hasta de política; él, cómo no, también expresaba sus pensamientos e intentaba apartar a su tripulación de los mitos nazis y sus mentiras, así como animarles a que fuesen lógicos y tuviesen juicio propio. Éstos apreciaban la forma de dirigir de su comandante, lo aceptaban de muy buen grado, lo correspondían con máxima fidelidad y profesionalidad, se reían con sus excentricidades y aplaudían su liderazgo.
De esta manera, el U-154, se convirtió en un submarino que empezó a ser conocido como "U-Brillo de Sol" por el clima que emanaba en su interior y por ser de los pocos sumergibles que regresaban a casa después de las patrullas, en una época donde, el arma submarina, estaba en decadencia y pocos eran los submarinos que regresaban a sus bases.
Dentro del U-154, Kusch encontró sus detractores en los oficiales; estos fueron los que abandonaron la camaradería por no aceptar sus "discursos" anti-régimen, en especial su segundo de a bordo, Ulrich Abel.
Abel era el oficial en prácticas del U-154 (lo que Kusch en el U-103) y totalmente contrario en ideas al comandante. Era un activo miembro del partido nazi, por lo tanto, fiel al régimen y sus ideales y devoto del Führer; 6 años mayor que Kusch, tenía un doctorado en leyes y un puesto como juez de condado antes de que la gran depresión de los años 30 lo dejase en el paro. Tras una primera patrulla bajo el mando de Kusch y el informe poco favorable de éste a su llegada a la base de Lorient (Francia), Abel tuvo que embarcarse en una segunda patrulla bajo su mando antes de darle el visto bueno para efectuar el curso de mando; obviamente no le haría mucha gracia a Abel tener que hacer otra campaña más "aguantando" a aquel jovenzuelo inmaduro con sus ideas antifascistas.

Ulrich Abel


El caso es que tras finalizar este segundo periplo el 20 de Diciembre y obtener el informe favorable de Kusch, Abel desembarcó y se dirigió al Báltico para efectuar el definitivo curso de mando antes de dirigir su propio submarino.
El 14 de Enero de 1944, sin consultar con nadie, Abel elevó a su superior por entonces un parte contra su antiguo comandante por sedición y cobardía.
La ley no tardó en caer y el 21 de Enero, Kusch perdió el mando de su submarino, y el 26 ya estaba en Kiel ante un Consejo de Guerra formado por un Auditor Naval y dos "supuestos" compañeros.
El por qué Abel tomó esta decisión de denunciar a Kusch no se sabe a ciencia cierta, varios podrían ser los motivos que lo hubiesen llevado a ello. Podría haber influido la situación en que se encontraba la guerra en aquel momento. Alemania comenzaba a perder fuerza en el conflicto y muchos oficiales veían posible que esa guerra acabase perdiéndose.
Kusch cometió el "error" de escuchar emisiones de propaganda enemiga y, discutiendo con Abel, defendía (ingénuamente) que el bombardeo aliado contra Hamburgo se debió a un error y que, únicamente, el objetivo de las bombas eran bases militares, cayendo algunos proyectiles perdidos sobre Hamburgo. Abel tenía familia en Hamburgo, que tras el bombardeo tuvo que abandonar todas sus posesiones y salvar la vida de milagro; obviamente no se creía lo que los aliados y Kusch argumentaban, sabía que el bombardeo iba con toda la intención.
Teniendo en cuenta que ambos soportaban el mismo rango, que Abel procedía de un nivel social más alto, era mayor en edad, tenía más experiencia y consideraba a Kusch un traidor no es necesario elucubrar mucho para darse cuenta de los sentimientos que podría tener. Abel declaró que Kusch se pasaba las patrullas sermoneando del peligro nazi para Alemania y el mundo, de la más que probable victoria aliada por sus mayores recursos humanos y materiales, que no había ninguna conspiración judía, así como también dudaba de la cordura del Führer. Sentenció que Kusch no era apto para el mando de un U-Boot a causa de una "repetida evidencia de fuerte oposición a la dirección política y militar de Alemania".
La decisión de Abel sentó un precedente; mucho debería haberle dolido lo que Kusch defendía para que, ni el espíritu de camaradería de un U-Boot (por los que justamente son recordados) ni la fiel tradición entre oficiales de no denunciarse entre ellos, quisiese que, la U-Bootswaffe (Fuerza Submarina), se deshiciese de tan molesto parásito para el régimen. Abel encontró apoyo en el ingeniero jefe y el oficial médico que, no sólo confirmaron lo argumentado por Abel, sino que añadieron acusaciones de su propia cosecha, posiblemente por miedo a que les echasen en cara no haber denunciado el hecho antes.
Las cosas no pintaban bien para Kusch, que permanecía preso en la celda 107 de la prisión naval de Kiel. Los únicos que defendieron y se pusieron al lado de Kusch fueron los oficiales y tripulación del U-103, los cuales le alabaron como un excelente oficial pero, naturalmente, desconocían lo acontecido en el U-154 y su opinión por lo tanto no podría tener peso especifico en el juicio.
¿Y la tripulación de su submarino? Su fiel tropa del U-154 permanecía amarrada en Lorient, a la espera de un nuevo comandante y lista para salir a patrullar. Sus declaraciones sí hubiesen sido vitales para armar una defensa decente para Kusch pero, desgraciadamente, no fueron invitados al juicio.
Kusch fue acusado de "minar el espíritu de lucha, no creer en el Führer ni en la Victoria Final". Por el contrario, la defensa sólo pudo exponer la intachable carrera militar de Kusch y alegó que sus opiniones sólo pretendían "suscitar la conversación y hacerles más conscientes de lo que estaba pasando".
Finalmente se dictó sentencia. Kusch fue declarado culpable. Y, pese a que el fiscal había pedido diez años de prisión, Kusch fue condenado a muerte.
El caso había llegado muy lejos; sorprende como un asunto que no debería haber salido de la U-Bootswaffe y haber sido tratado como un asunto interno, llegó tan alto. Nadie hizo nada por Kusch ante el final que le esperaba; ¿por qué los mandos superiores de su flotilla en Lorient y el capitán de los U-Boots en Francia, sabiendo de su honradez y profesionalidad, no hicieron nada por Kusch y permitieron que el caso siguiese su curso?, ¿por qué los oficiales que formaban el Consejo de Guerra no hicieron nada por su compañero? (más tarde alegarían que esperaban que el caso fuese revisado antes de que se cumpliese sentencia y entonces recomendar otra más suave). Incluso cuando Abel regresó a Lorient para hacerse cargo de su propio submarino no levantó el más mínimo signo de desprecio de sus compañeros; seguramente, la cosa hubiera sido diferente de no estar de patrulla el U-154…
Abel no pidió clemencia nunca para Kusch, incluso cuando había manifestado desde un principio que su único objetivo era el relevo de Kusch del mando.
Sólo hubo un hombre que, viendo el trágico fin que le esperaba a Kusch, decidió hacer algo para intentar salvarle la vida. Ese hombre fue Gustav-Adolf Janssen, último comandante del U-103 cuando estuvo Kusch, y unos de los comandantes más laureados de U-Boot.

Gustav-Adolf Janssen

Janssen aprovechó su confianza con el comandante en jefe de la Kriegsmarine, Karl Dönitz, del que fue su ayudante, para pedirle ayuda.
Dönitz fue el mítico fundador y líder durante mucho tiempo de la U-Bootswaffe, un hombre que se sacrificó por defender sus submarinos y sus oficiales, y que numerosas veces los protegió y salvó de problemas con la ley. Aprovechaba el grado de independencia con el que contaba la U-Bootswaffe y el cierto poder que tenía para hacer y deshacer, para mirar por los suyos y por su arma submarina, hasta tal punto que sus oficiales empezaron a llamarlo "Tio Carlos" (Onkel Karl). Por ello, Janssen pensó que Dönitz era el hombre que podía salvar a Kusch, al fin y al cabo, este era un caso similar a los que Dönitz solía solucionar.

Karl Dönitz

De esta manera, pocos días después de la sentencia de Kusch, Janssen se "coló" en el coche de Dönitz durante un viaje que éste realizaba por la Francia ocupada. Janssen lo incordió durante todo el viaje con el caso de Kusch y le suplicó por su vida. Dönitz, al principio, no estaba mucho por el caso, pero al despedirse de Janssen le comentó: "Janssen, encuentro muy decente que defiendas al muchacho, haré que nos veamos para ver qué hay en su corazón, entonces me haré cargo del asunto". Janssen, tras estas palabras, dio el asunto por solucionado, dando por hecho que el Gran Almirante salvaría la vida de Kusch.
Nada más lejos de la realidad. El horno no estaba para bollos. La guerra, como hemos dicho, no estaba, ni mucho menos, sonriendo a los teutones; Dönitz pensaba que no podía permitirse perdonar la vida a Kusch. Su posición no era la misma que cuando actuaba como mandamás de los submarinos, tenía un cargo de mucha más responsabilidad, estaba muy cerca de Hitler, tenía mucho contacto con él y siempre se le había mostrado fiel. ¿Cómo podría perdonar a alguien que renegó del Führer? ¿Cómo le sentaría a Hitler si llegase a sus oídos que perdonó la vida a quien renegó de él, sus ideas y le tachó de loco? Mejor -pensaría- no comprobarlo. Así que, dadas las circunstancias, creyó que la muerte de Kusch sería lo más conveniente además de servir como aviso a sus navegantes.
De esta manera, cuando el informe llegó a manos de Dönitz, lo elevó directamente a Göring (su superior por entonces y que actuaba como representante de la parte acusada: Hitler), sin mirarlo, sin ojearlo y sin cambiar nada; ni siquiera -como le prometió a Janssen- llegó a ver a Kusch ni hablar con él.
El día 10 de Abril, Göring confirmó la sentencia.
Un mes y dos días más tarde Kusch fue sacado de su celda, conducido a un campo de tiro al norte del canal de Kiel y ejecutado por un pelotón de fusilamiento. Acababa de cumplir 26 años.
¿Qué fue del submarino y la leal tripulación de Kusch? ¿Y de su "verdugo" Ulrich Abel?
Kusch fue sustituido al mando del U-154 por el oficial Gerth Gemeiner quien, en su segunda patrulla, cometió un error en una comunicación por radio y fue captado en el sónar de dos buques aliados. El 3 de Julio y tras dos horas de ataques con cargas de profundidad, el U-154 sucumbió al oeste de Madeira, sus 57 tripulantes perecieron.


Placa en memoria de la tripulación del U-154

Abel, por su parte, se hizo cargo del U-193 el 1 de Abril de 1944, el 23 salió en su primera misión, y tal como se fue no volvió, desapareció junto con toda su tripulación sin tener ninguna noticia de sus maniobras. Al parecer, el destino quiso callarle para siempre y le confinó al más oscuro y frío abismo del silencio.

Y fue pasando el tiempo y nadie se volvió a acordar de aquel hecho; la necesidad de mantener la fidelidad a una ideología pudo más que la de salvar la vida de un hombre digno que, al fin y al cabo, solo expresaba sus ideas (y así se mantuvo hasta el fin de sus días en los que no pidió clemencia y se mantuvo firme), pero que, desgraciadamente, lo hizo en una época y un régimen que no perdonaba tales osadías.
Así hasta 1995 donde, un historiador y antiguo oficial naval (Heinrich Walle), sacó a la luz la historia de Oskar Kusch. A partir de ahí empezó el reconocimiento hacía aquel valiente oficial.
En 1996 fue rehabilitado legalmente y, durante un discurso en una celebración nacional alemana, reconocida su lucha contra la injusticia por un Vicealmirante.
En 1998 se le dio su nombre a una calle -compartida entre Kiel y Holtenau- contigua al campo de tiro donde fue fusilado, así como también se le dedicó una placa de granito. Ésta reza así: "Su nombre representa el de muchas víctimas del sistema de injusticia Nacionalsocialista que murieron aquí y en otros lugares. Su muerte es nuestro legado".

Calle dedicada a Oskar Kusch

Placa junto al lugar del fusilamiento

¿Qué pensaría Ulrich Abel si levantase la "escotilla"?

Si me permiten ustedes, que le aproveche el Atlántico.

6 comentarios:

  1. Likuid dijo:

    Un consejo... más cortos los posts... ;)

  1. Kordo dijo:

    Lo sé Likuid, pero este no se puede dividir.

  1. Alex dijo:

    Qué bárbaro!!con 24 años y un submarino a tu cargo.
    Y a muchos como él, que tristemente habrán hecho callar por decir lo que piensan!!
    Pero, ahora ya sabemos quién es no??
    Gracias Kordo!

  1. Kordo dijo:

    Ya te digo Alex, tan jóvenes y con tanta responsabilidad. Total, para que te lo paguen así.
    Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y mira ahora donde está cada uno.

  1. Buscando info sobre Kursch he dado con tu artículo, completísimo, muy bueno!
    un saludo

  1. Kordo dijo:

    Muchas gracias, Jesús! Un honor tenerte por aqui.
    Un saludo!